9/12/08

Para amantes,enamorados de la Fotografía




Es un libro muy interesante, no sólo para los que de alguna manera nos interesa este "Deporte", sino también para cuantas personas les interese eso se que se puede decir "Cultura en General y un poco de Historia de España". Esta disponible en tamaño bolsillo y en gran formato. Las fotos son todas muy interesantes y alguna de verdad que en los tiempos actuales son impactantes.
Insisto muy recomendable. Ideal para estas fiestas que se avecian.
“Porque, si bien no era especialmente difícil dominar la nueva técnica, sí lo era el arrastrar toda la parafernalia necesaria para realizar aquellos tours fotográficos iniciados por los pioneros. «Apren­der a hacer fotografías -escribió Maxime du Camps, que realizó decenas de calo­tipos en Egipto en 1849, acompañando de Gustave Flaubert- es bien poca cosa, pero llevar el utillaje a lomos de mulas, de camellos o de hombres, es un proble­ma verdaderamente difícil de resolver». Charles Clifford, establecido en España en ~:50, ponderaba las dificultades encontradas en sus numerosos viajes profesionales por el país: «los problemas que encuentra un fotógrafo en su trabajo no son pocas viajando por un país como España en el que se desconocen las comodidades… “ Pág. 29
“En 1851, Scott Archer dio un paso de gigante al lograr reemplazar la albúmina por el colodión, que permitía reducir el tiempo de exposición a dos segundos. «El empleo del co­lodión -se lee en 1862, en uno de los manuales clásicos de la historia fotográfi­ca significa casi el último golpe a la fotografía sobre placa metálica. Impregnán­dose muy bien de los componentes de plata, se impresiona al contacto con los rayos luminosos con una maravillosa rapidez. Los movimientos de las olas siem­pre agitadas por el viento, el coche lanzado sobre la carretera, el caballo devoran­do el espacio, el navío empujado por el vapor son, gracias al empleo del colo­dión, instantáneamente captados y reproducidos»." Pág. 35
“Dos años antes, Disdéri había señalado ya que el futuro desarrollo industrial de la fotografía dependería de su capacidad para acceder a amplios segmentos de público, incluyendo no sólo a la pequeña y media burguesía, sino a las mismísimas clases trabajadoras. «Ha llegado el momento -escribió en 1861- de reunir las riquezas artísticas desconocidas y diseminadas en todo el Universo y hacerlas accesibles al gran pú­blico, a través de reproducciones baratas y de mediano y pequeño formato»” Pág. 35-36
“La fotografía comenzaba a situarse en un lugar de privilegio para llegar a ser el verdadero intermediario entre la realidad y las crecientes masas de público, que comenzaban a acceder a la incipiente cultura visual. «La fotografía -ha escrito A. Rouillé- adquiere entonces una nueva dimensión social, orientándose hacia su vocación de convertirse en un medio de comunicación de masas. Para ello, la fo­tografía debió adaptarse a las exigencias del mercado. Lo que es lo mismo que decir que sus sucesivas transformaciones van a depender de las condiciones espe­cíficas de la sociedad·capitalista, en trance de industrialización»." Pág 36
“Junto a la fotografía de viajes y la reproducción de obras de arte, el retrato se convirtió en la manifestación más emblemática del desarrollo imparable de la fo­tografía. La apoteosis del retrato se produjo en una época en la que, paralelamen­te, se estaba operando una profunda mutación social. El decidido impulso de la burguesía liberal decimonónica fue postergando a las viejas castas políticas y aris­tocráticas, y la consiguiente democratización acabó propiciando unas formas ar­tísticas más accesibles a las nuevas clases sociales en ascenso. Hacerse retratar se convirtió en un signo de progresión social, y nada mejor que la fotografía -la más democrática y revolucionaria técnica de representación conocida-, para que esta aspiración se hiciese realidad para amplias capas de público. «Como los bur­gueses quieren ante todo poseer lo que antes era privilegio de las clases dominan­tes -han escrito G. y P. Francastel-, quieren también contemplarse a sí mis­mos y legar sus rasgos a sus hijos. En ese momento, hacia 1850, surgirá un nue­vo medio de fijación de la imagen: la fotografía. Y esta posibilidad de un registro mecánico de los rasgos individuales hará que, en cierta medida, resulte caduco un artesanado situado a medio camino entre el arte y los oficios».'"
En su tenaz competencia con la miniatura, el daguerrotipo contaba con su cualidad de espejo fidedigno del modelo -de hecho, el metal tomasol los conver­tía en verdaderos espejos-, en unos momentos en los que lo que se pretendía era la mayor fidelidad en la representación. En este sentido, el daguerrotipo aventaja­ba decididamente al retrato en miniatura al tiempo que, dado su precio -sensi­blemente inferior-, se convertía en un objeto accesible a los miembros de la emergente burguesía. El coloreado les proporcionaba todas las cualidades cromáti­cas de las miniaturas, y su formato y presentación en los mismos estuches de és­tas, creaban la ilusión pictórica para ese público burgués, que se iba a convertir en su principal clientela.” «Hay que reconocer -escribió Claudet, en 1865- que hay artes que están en proceso de desaparición, y que es la fotografía la que les ha dado la puntilla. ¿Por qué no hay ya miniaturistas7 Pues por la sencillísima razón de que, en lugar de retratos más o menos parecidos, la fotografía les da una exacti­tud que, cuando menos, agrada al corazón y llena de satisfacción la memoria».” Pág 51


“«General­mente -se lee en un informe de la época-, el precio de las fotografías sigue siendo muy alto; los fabricantes todavía no se han dado cuenta de que, si bajasen los precios, aumentaría considerablemente la venta de productos y de que, al po­pularizarse la fotografía, se acrecentaría la cantidad total de sus beneficios».”
En el umbral de los años sesenta, los fotógrafos ofrecían ya imágenes de todo género -retratos de celebridades, reproducciones de obras de arte, vistas de pai­saJes y ciudades exóticas, escenas de guerra-, respondiendo así a la creciente de­manda generada en una sociedad marcada por los valores culturales de la burgue­sía liberal y progresista. Con la introducción de los métodos de estampación foto­mecánica iniciados por Alphonse Poitevin, la fotografía comenzó a convertirse en una verdadera mercancía, lo cual permitió la introducción de capital en niveles si­milares al de otras industrias. Según Mayer y Pierson, los 207 estudios fotográficos de París ocupaban en 1862 un personal «muy numeroso e increíblemente mejor pagado que el de las manufacturas», mientras que algunos de los 200 estudios londinenses ocupaban hasta cien operarios, y muchos de ellos contaban con plan­tillas de más de cincuenta. Ya en 1855, Disdéri dirigía un taller con 77 asalariados y, el mismo año, llegaba a vender hasta mil quinientos retratos diarios. En 1862 se realizaron en Inglaterra más de ciento cinco millones de fotografías, la mayoría en formato carte-de-visite. Diez años antes, cuando el negativo de papel comenzaba a competir seriamente con el daguerrotipo, se habían vendido en Francia unas cien­to treinta toneladas de placas de cristal. Estas cifras se incrementaron espectacular­mente en los años siguientes. Según G. Freund, en 1891 existían en Francia más de mil estudios, la industria fotográfica ocupaba a más de medio millón de perso­nas, y la producción global de esta industria se elevaba a treinta millones de fran­cos oro. Aunque en España las estadísticas no alcanzaban los niveles de Francia, Inglaterra o Estados Unidos -en 1863 sólo existían 39 estudios declarados en Madrid-, aquellos fueron buenos tiempos para los fotógrafos que, según Káulak, «ahorraban capitales de hasta 200.000 duros»."
El desarrollo de los transportes, no fue ajeno a la actividad de los fotógrafos pioneros, que forjaron la imagen fotográfica de España, en unos años en que las nuevas ideas comenzaban a abrirse paso en el país, a pesar de la pervivencia de “ Pág 37

1 comentario:

Natalia Pastor dijo...

Me lo apunto.
Hace pocos dias,mi marido me regalo un libro sobre Helmut Newton absolutamente maravilloso.
Saludos

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