14/9/11

Qué guapo ye respirar carbón en Gijón
















Salgo de la Calzada camino de Veriña y sigo el camino por la carretera de Aboño y llego al El Musel, atravesando el túnel. Es un día gris, el cielo está encapotado, nubes sobre nubes quietas ni una brisa de aire, hace calor, un calor pegajoso, cuando salimos de la Glorieta de Cuatro Caminos, el mercurio marcaba 22ª grados, echo de menos el trípode y mi ayudante coreano, que se ha quedado en Madrid.

Veriña sigue siendo ese lugar abandonado, que ni crece ni desaparece, si existe el infierno debe de ser algo parecido a lo que tengo ahora mismo antes mis ojos, chimeneas exhalando humo, tuberías que suben y bajan esquilando montañas, vías de tren que se entrecruzan, algún río lastimoso, dos puticlubs, uno para los paisanos con hórreo y otro para los que van de paso, una ruina en venta piedra sobre piedra con un cartel “Se Vende”, es la antigua Venecia, menudo nombre.

Poco antes del apeadero, unos peregrinos, ante la duda que les ofrece una señal me pregunta, les indico la dirección correcta, les deseo buen camino, y a partir de ese momento, no me vuelvo a encontrar con nadie, continuo hablando conmigo mismo. Me acerco a ver que de tristes van las aguas del río Pinzales, unas aves alzan su vuelo despavoridas, menudo susto que les he dado, bueno para ser justos yo también me asustado, pues la verdad no esperaba encontrarme con nada ni con nadie, no puedo decir que clase de aves pueden ser, no me dio tiempo a observar su plumaje, eran grandes es lo más que puedo decir.

Voy pisando bolitas de mineral de hierro, me escurro, tengo que prestar mas atención a la hora pisar. En este punto parece que va a caer el Diluvio Universal, hoja caiga y me limpie este cielo de nubes y contra nubes, si yo fuera un exagerado, diría que son las doce del medio día, según el calendario estamos en agosto y no me vendría mal una linterna. En el macuto llevo un impermeable y un pañuelo para ponerlo por el cuello en caso de que salga el sol y no me queme el cuello. Hago algún rodeo inútil, de los que te devuelven al mismo lugar y te ponen la cara de tonto. Y es que mi intención es subir desde algún punto de Veriña, hasta la campa de Torres, un camino que si mi memoria no me falla te saca a la altura del restaurante “Las Cabañas” en la Campa de Torres, pero no lo encuentro. No me encuentro con ningún lugareño que me pueda indicar, y me asalta la pregunta de si en esas casas en verdad vive alguien o son pura fantasía, me saca de duda ver en uno de los prados un tendal con ropa muy bien tendida y ordenada, lo primero las sábanas, a continuación las toallas, luego los calcetines y para rematar unas bragas y unos calzoncillos, todo bien sujeto con pinzas de colores, resaltan más las de color rosa. Más al fondo de esa misma finca una huerta, de las que da gusto mirar, por su variedad de verduras y lo bien alineadas que están, pero a pesar de que todos estos datos daban a entender que esa casa estaba habitada, tuve una sensación extraña, como de casa encantada y yo lo que tenía era sed, tenía la boca reseca de tanto polvo que iban levantando los camiones a mi vera, y lo que menos ganas tenía era de entablar una conversación con ninguna Xiana o Cuelebre, qué quien sabe, seguí de largo y por eso seguí el camino de la carretera de Aboño, esto me pasa por leer a Poe y Las aventuras de Arthur Gordon Pym, que uno se pasa la vida soñando.

Cuando decido ya sin remedio adentrarme por la carretera de Aboño, me pongo el pañuelo por la boca a modo de filtro, no paran de pasar camiones en uno y otro sentido, removiendo todo el polvo que pueden, como si fuera un divertimento.

Las nubes, no se han movido ni un milímetro, yo juraría que ahora han venido algunas mas, impidiendo que el sol nos pueda alcanzar con alguno de sus rayos. Lo que yo estoy viendo con los ojos me va a ser muy difícil captarlo con ninguna de las dos cámaras, no hay luz, ni contraste, no se distingue la negrura del carbón y el gris del cemento con el cielo, todo es una misma masa grisácea. Haremos los que podamos, vamos sudando empapados, según vamos avanzando echamos de menos un trago de agua fresca o tibi, llevamos la boca reseca de un reseco pastoso, en qué hora se nos ha ocurrido dar semejante paseo y para darnos ánimos, nos decimos a nosotros mismos:”que si de verdad nos gusta la crónica el reportaje, no nos queda más remedio que sudala”.

El camino por la carretera de Aboño, comienza a hacérsenos monótono, tedioso, carbón pilas de carbón a la derecha, cemento a la derecha, vagones y letreros oxidados, comidos por el tiempo y el abandono. Llego a un cartel que pone Carreño, por ese punto era por donde cruzaba con mis padres para llegar a la Playa de Aboño, me detengo hoy voces de antaño, voces perdidas en mi memoria:- Quítate el niki, que nos vamos a bañar pa luego comer. Ponte un pocu al sol que se te seque el traje de bañu. No vayas pa donde les vaques, que pruñen-.

Es la voz de mi padre, hemos venido en autobús hasta el Musel, hemos cruzado el túnel cargados de filoxies, vamos a pasar el día que está bueno en la Playa de Aboño. No puedo evitar unas lágrimas.

(Prometo que otro día a marea baja, volver bajar a lo que queda de la playa e ir cruzando las distintas playas en dirección a Candas, hasta donde la marea me lo permita y las fuerzas aguanten, quiero volver a pisar esos roquedales, subir por esos ricos como cuando era guaje…)

Llego a la boca del túnel, no me queda mas remedio que cruzar, no voy a dar la vuelta, aunque me atropelle un camión tengo que cruzar y no se si hay arcén, este puente ya no es el que yo cruzaba, aquel era un túnel de vía muerte, por este no paran ni un segundo de pasar camiones, para mi es totalmente nuevo. Que sea lo que Dios quiera, me voy acercando a la entrada del túnel y para mi sorpresa hay acera y está iluminado, en un periquete lo cruzo, y me encuentro con el Musel, está todo vallado, para mi esto es otra sorpresa, estas vallas no forman parte de mis recuerdos. Salgo del túnel exhausto, busco la parada de autobús que me devuelva al punto de partida, me siento y enciendo un pitillo, que tarde lo que quiera tardar pero no doy un paso más.

Por fin llega el autobús, sube al hospital de Jove, Portuarios y la siguiente Cuatro Caminos, voy derecho al primer chigre que encuentro, pido un campanu detrás de otro, que sed dios mío. Me miro los pies y me da un ataque de risa, están negros más negros que el carbón que he venido respirando y pisando durante todo el camino. Sentado en la terraza del chigre, saco las cámaras por el ver el desastre de fotos que traigo en el morral, los objetivos están hechos una pena, han ido atrapando con la humedad el polvillo del camino, tendré que limpiarlos sin tardanza, antes de que se convierta en costra. Las fotos una pena, están lechosas, pero esto no es ninguna sorpresa, el esfuerzo no se ha visto recompensado con un poco de fortuna.

Llego a casa directo a la bañera, tal cual vestido, me enjabono bien hasta que el agua que empieza a correr se vuelve transparente.

Otro DIA por la tarde que parecía que salía el sol, con la intención de completar el reportaje, tomo el autobús que va hacia el Musel, me apeo en el Muselim, subo la ramplona con la intención de llegar hasta la Campa de Torres, para ver el desastre desde lo alto, ese camino en cuesta te saca a la altura del Restaurante las Cabañas y desde ahí ya queda poca cosa. A las bombonas de gas no le vendría mal un repaso de pintura, de esas ruinas que nos encontramos en la campa, no voy a hablar, me callo. No puedo acceder al faro, que es a lo que yo había subido, una puerta muy bien puesta me lo impide y para saltar no lo veo claro. Las nubes se me van viniendo en cima, a lo lejos Gijón, abajo el puerto, a la izquierda Carreño y muy entre a neblina Candas, siguiendo la dirección del Faro el nuevo espigón, que desastre. Quiero aguantar haber si la suerte me acompaña y puedo hacer una buena puesta de sol, son las ocho y media y las nubes van tomando asiento, despacio muy despacio sobre Gijón, no hay nada que hacer y me vuelvo por el mismo camino por donde he venido, lamentándome de la mala suerte.

Más industrias contaminantes no caben en un paraíso, Ensidesa o como coño se llame ahora, la térmica de Aboño, el parque de Carbones de el Musel, toda esa industria plomiza que tiene enjaretada a sus alrededores Gijón, y el concejo de Carreño, hacen de este entorno un verdadero paraíso de Vulcano.

Las mujeres de Gijón, están encantadas de limpiar todas las mañanas los poyetes de las ventanas y que quede la bayeta negra de polvillo de carbón.

Me han comentado que famosos médicos especialistas en aparato respiratorio, recomiendan a sus pacientes que se pasen una temporadina respirando el aire de Gijón.

Qué puede pasar si los turistas que vienen alegres y contentos a pasar unos días en Gijón, se enteran de que están respirando carbón. Qué ocurrirá el día que Woody Allen y compañía del anuncio se enteran de este asunto, devolverán el dinero que tan ricamente han cobrado…

-Pero que vamos a facer fiu, si son puestucos de trabayu

-Pues na güela, seguir respirándolo y buen provechu

Acabose de escribir en Madrid a 14 de septiembre de 2011

**Para saber algo mas de Veriña visitar:http://leyendesasturianes.blogspot.com/2010/04/el-merendero-venecia-se-encontraba-en.html

4 comentarios:

Marisa dijo...

Hola Manuel.- Acabo de visitar tu blog y la verdad quede sorprendida por tu buen hacer. Es un reportaje precioso y muy completo, no solo son muy buenas tus fotografías, también toda la información con que lo complementas. ¡Felicidades!

MANUEL SOSA dijo...

Gracias a ti Marisa, pues si no llego a encontrar la referencia que andaba buscando sobre Venecia, me hubiera quedado cojo.
Gracias

Luis dijo...

Si le gusto a Marisina, ya ye buenu. Yo en cuanto vi les asemeyes conoci el parque Venecia.

Carlos Rodríguez dijo...

Muy buen post. Enhorabuena

En Respira Xixón vamos a lanzar una app para que en tus paseos puedas ver la calidad del aire en el concejo de Gijón. Estate atento!!!

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