Gijón tiene varios paseos clásicos, de esos en lo que queda muy bien dejarse ver. Uno de ellos es el Paseo de Begoña, con sus jardines, columpios e iglesia propia o iglesias propias, pues la iglesia de San Lorenzo, de estilo gótico no deja de estar en el mismo entorno del paseo y por tener tiene mucho más ornato, patina, arte y antigüedad, ya ha cumplido más de cien años si tomamos como referencia su fecha de inicios de construcción, es un templo de lo que imponen. Recuerdo cuando algún fin de semana me quedaba a dormir en casa de mis primos, Begoña y Arcadín, que vivían muy cerca del paseo. Como sus padres no eran de misa nos soltaban por el parque a corretear como unos salvajillos, nos subíamos y bajábamos de los columpios, o jugábamos al escondite aprovechando los recovecos de sus jardines, que tiempos aquellos. Siempre que vuelvo a Gijón, no me falta una visita al Paseo de Begoña, y me gusta en especial los domingos, ver todas esas señoras que parecen calcomanías de Sissi emperatriz, saliendo de misa y luego a tomar el vermut a la terraza del Café Dindurra, por ejemplo en verano y si el tiempo acompaña. Ver y dejarse ver es todo un arte, hacerse el encontradizo con fulanito o fulanita, <
El otro paseo es el de la calle Corrida, con sus terrazas y escaparates y ese airin que bien de la mar tan prestosu, cuando llegan los días de calorón del agosto. Y que impertinente ye esi airón, cuando sopla en el invierno. En la calle Corrida debe de ir de la mano, sin correr, para no despeinarse, bien remetida la camisa entre el pantalón. Estos dos paseos, el de Begoña y el de la calle Corrida, son de esos paseos que podríamos llamar aristocráticos. Podría señalar con el dedo sin a equivocarme, cuando voy por estos paseos quienes son lo lugareños y quienes los foráneos…los que están aquí de paso y los que han venido a pasar unos días de veraneo. No estaría de más que a estos veraneantes, alguien les informara que para pasear o simplemente cruzar, por la calle Corrida o por el Paseo de Begoña, se exige cierto decoro en la indumentaria, mas que nada por no ponerlo tan fácil a los cacos, que haberlos los hay, a pesar que uno tenga la sensación de absoluta tranquilidad y mas en la época estival.
Pero en cuanto llega el verano y en especial el agosto, que por cierto este año todavía se lo está esperando. Hay un paseo que eclipsa a todos los demás y si ese día el sol aprieta con ganas, que os voy a contar, hasta es necesario poner municipales para regular tanta aglomeración. Estoy hablando por supuesto del paseo de la Playa, con mayúsculas, a secas, para los foráneos la Playa de San Lorenzo. Es una playa para pasear, de acodarse en la barandilla y mirar como otros pasean por la arena, de encontrarse con amistades que no ves el resto del año y ponerse al día:
- Home rapaz veo te igual.
- te enterasti que murió Eugenín, si home si claru que lu conocies, si trabayo contigo en Juliana, cuando estuvo de ingeniero…yera soldador de los que ya no se encuentren, sí morrio mozu, paezme que non había cumplíu los 75 años.
-Contreme l´otru día con la fia, la muyer tambien ta fastidiada, lleva mas de un mes en Cabueñes, y los médicos nun le atopen la enfermedá.
- la vieyera.
-Hay tiempu que no veo al to fiu.
-Casose, ¡oh!. La muyer ye catalana ta p´alla, están esperando un guaje.
-Alegrome, home.
–Bueno rapaz alégrome de que estés bien y que nos sigamos viendo aunque sea d´añu n´añu.
Soy un asiduo de la playa, de mojar los pies y de acodarme en la barandilla. A mi me gusta acodarme por la Iglesia de San Pedro o como mucho llego hasta la escalerona, que es con suerte donde atrapo estas conversaciones, más para allá llegando hasta el Rinconín y el Tostaderu, solo van los foráneos que lo pasean todo y los lugareños que van a entretener la vista con las mozas y muyeres que hacen topless. Pero como son unos reprimidos, procuran ir solos y si algún conocido los ve, miran para otro lado o se hacen los despistados.
Me encanta bajar a la playa a mojar los pies, contemplar de cerca todas esas señoras ensortijas, esos peinados de playa, que parecen sacados de el Hola en la época del blanco y negro. Cuando el tiempo acompaña, mi terraza preferida de la playa es la que está enfrente de la escalera dos. Es una familia muy amable y con un café te ponen un pincho que casi ya sales almorzado, lo malo son las palomas que en cuanto te descuidas te han levantado el pincho y puedo asegurar, es uno de los pocos restaurantes de Gijón donde la comida es de verdad casera, casera.
Y por la tarde, a partir de la cinco, el paseo de los lugareños cambia de lugar, se traslada hacia el muelle, pero esto es otro cantar.
Yo cuando me paseo por la Playa de San Lorenzo, veo una suerte de cuadros de Sorolla, Joaquín en movimiento. Y esas imágenes es lo que con mejor o peor suerte, intento captar con mi cámara de fotos año tras año. Lo más apropiado es utilizar una cámara pequeña, que quepa en la mano, para pasar lo mas desapercibido posible y no se rompa la magia del paisaje.
Que prestoso es mojar los pies en la playa de Gijón y además según sus asiduos tiene virtudes curativas, es bueno para ablandar los callos, y diez baños curente el catarro para todo el año, entre otras virtudes…
Este verano no he podido atrapar muchos de estos cuadros sorollistas, pues se necesita más luz para que las siluetas queden bien marcadas en los charcos con arena. Otro año será.
Escrito en Madrid el 4 de septiembre de 2011
Nota: esta crónica fue enviada al el diario el Comercio de Gijón,, a la atención de su director, pero seguramente o no le ha llegado o no le causo ningún interés
2 comentarios:
Hay neñu, ye una pena que no te faigan casu, ye una croniquina preciosa y debien publicatela, pero ya sabes, desde que el Comerciu non ye de xente de Xixón non fainnos muchu casu.
bueno home si te prestó, tu que tienes mano mira a ver si se la haces llegar, como le dejo dicho en la carta que le envio no le cobro nada doila gratis por se el Comercio y Yo de Xixón. jajaja
Publicar un comentario